lunes, 2 de mayo de 2016

Sevilla: La variedad frente a la "dictadura" del clavel

La posguerra normalizó el exorno de los pasos en detrimento de estilos previos que ahora se recuperan.


El Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro con un monte 
flores silvestre el Viernes Santo de 2007.

ALBERTO FRAILE

Ni el clavel es la flor tradicional, ni el uso del corcho es una novedad en la ornamentación de los pasos y los altares. El exorno de la Semana Santa de Sevilla dio un giro a mediados del siglo XX motivado por una corriente reduccionista que desterró usos y costumbres anteriores en pro de nuevas modas. Desde entonces se extendió la teoría errónea de que lo clásico y lo correcto eran las alfombras de flores en los pasos de Cristo cerrando la puerta a cualquier otra posibilidad. Lo explica el profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla Andrés Luque Teruel a raíz de la tendencia actual de rescatar el corcho y la variedad floral y con motivo del nuevo monte tallado que estrena el misterio de la Carretería. 


Altar de quinario de El Amor en 2015.


El devenir de las cofradías demuestra que el hábito de embellecer los pasos con flores es una invención moderna que arranca en los años 20 y adquiere una mayor dimensión tras la guerra civil. "Los pasos antiguos, como se ven en los grabados del Silencio del siglo XVI y en los óleos del siglo XVII, no llevaban flores. En las fotografías del XIX, y hasta el fin de la contienda, sí aparecen a cuentagotas y en jarrones", señala Luque Teruel. En concreto, para exornar los pasos de Cristo lo habitual era recurrir a piedras de corcho o madera combinadas con especies vegetales dispersas para recrear el Gólgota. 

El empleo del monte de claveles rojos surge a partir de 1939 y tiene unas claras connotaciones políticas propias del alzamiento franquista. Las cofradías de Pasión, San Roque y San Bernardo fueron las primeras en usarlo. "El rojo de la flor, unido al oro de la canastilla y el tono rojo de los faldones daba la bandera de España en una época en la que se recibía a los pasos con los brazos en alto", explica el profesor. "Aquellas hermandades que quisieron mantener el morado de los faldones, no pusieron claveles rojos para evitar simular la bandera republicana y en su lugar optaron por utilizar lirios morados." 

Pocas fueron las cofradías que escaparon a esta moda. Todas sucumbieron a la alfombra de flores formada esencialmente por claveles. Luque Teruel menciona varias excepciones: "El Calvario siguió con su monte de piedra y el Nazareno del Valle mantuvo las flores variadas que se les ponía en los años 20 a los Cristos que van camino de la crucifixión". También el misterio de Jesús ante Anás, que llegó a los 70 sin flores dado que lo común era que los misterios de tribunales no llevaran exorno floral. 

El nuevo estilo se convirtió en la tónica habitual de la Semana Santa hasta el punto de que se empezó a considerar como lo histórico. Una creencia que es inexacta. "Establecer el clavel como lo clásico fue un error, no por el hecho de mantenerlo, sino por suprimir lo canónico, que era la imitación de la piedra del monte Calvario; y por la malformación de la identidad estética de la Semana Santa sevillana porque se presentaba como lo que se había hecho siempre, y no era verdad. El exorno floral variado es el estilo que ha perdurado en el tiempo. Que el clavel también perdure implica un segundo modelo clásico", apunta Luque Teruel. 

Para el profesor, el clavel no deja de ser testigo de una época y no puede imponerse como el modo único. "Aunque una vez que ha superado la carga política que tuvo en su día puede adquirir nuevos tintes simbólicos como que por el color se pueda aludir a la sangre de Cristo, nunca ha sido lo clásico ni lo que se ha hecho durante siglos, porque es un elemento moderno. Con las flores ha pasado igual que con la música: hemos hecho un estado de lo que a mí me gusta y lo hemos convertido en el sentido de lo tradicional y en el propósito único de la representación". 

"La flor se incorpora al paso como muestra de la nueva vida a partir de la redención de los pecados. En este sentido, da igual qué flor se ponga. No hay normas fijas". Luque Teruel recalca que "como hay una gran variedad, es mucho más rico conservar que anular y reducir todo a una sola flor y color" y recuerda que "no se trata de luchar contra el clavel, sino de que se quiera vender como lo que nunca ha sido". "En la actualidad, los floristas, con Javier Grado a la cabeza, han recuperado la variedad frente a la unificación del falso clasicismo de los 50 y 60 siguiendo la alfombra impuesta por el clavel pero con variados que rescatan texturas perdidas". 

En los últimos años se ha extendido la variedad tanto en los palios como en los pasos de Cristo. El corcho también se ha incorporado en algunos pero sobre todo en los altares de culto. Luque Teruel ubica este fenómeno en esa dinámica de recuperaciones y de progresión hacia una nueva dimensión estética en la que se encuentran hoy las cofradías y entiende que es igual de correcto que el monte de flores. "La vuelta atrás hay que verla en el sentido de recuperar aspectos que ayudan a completar las definiciones de las advocaciones que se representan". Según el profesor, la recreación naturalista del Gólgota mediante corcho o montes tallados es más adecuada que el clavel. "Si la representación es realista, la realidad del calvario es una textura rugosa y pedrosa, donde puede haber algunas flores pero nunca un monte liso. Eso es algo artificial, falso, que estéticamente desvía la conducta visual". 

Estampa añeja del Cachorro sin la alfombra de flores.


"El corcho se ha utilizado en casi todos los pasos de Cristo", indica el profesor. Su empleo era común por el menor impacto visual y su bajo peso, frente un monte de madera. Hay fotos antiguas que demuestran su utilización en el del Cachorro, el Señor de las Penas de la Estrella, el Cristo de la Fundación de los Negritos, el Cristo de las Tres Caídas de Triana y la Piedad del Baratillo. Hoy apenas sobrevive en la Exaltación, donde sirve para cubrir la mesa del paso de misterio, o como parte del exorno floral del Cristo de la Caridad de San José Obrero. 

Donde el corcho sí que ha tomado protagonismo ha sido en los altares. La hermandad del Amor recreó el año pasado un monte para su crucificado en el altar de quinario. Siguiendo esta línea, el tiempo cuaresmal ha dejado en los templos obras efímeras que han destacado por hacer de la corteza arbórea el elemento principal. La idea es siempre la misma: mayor realismo y recrear el pasaje que representan las imágenes. En Montesión, la priostía que encabeza el vestidor José Ramón Paleteiro escenificó mediante corcho y flores silvestres el huerto de olivos durante el besapiés a su titular cristífero. El arcángel y los apóstoles enmarcaron el montaje. La Lanzada se decantó también por este elemento para el altar de quinario. La corporación del Miércoles Santo recreó en San Martín una estampa de los años 40 que sólo se conocía por las fotografías en blanco y negro, instalando un calvario con el crucificado de Antonio Illanes, la Virgen de Guía y San Juan Evangelista. Y la Carretería. Además del suelo rocoso que estrena este Viernes Santo, la cofradía del Arenal montó durante en su capilla un singular altar de corcho con todas las imágenes del misterio. "El altar de quinario era una idea que tenía hace tiempo el prioste y no tiene nada que ver con el monte tallado. Son dos cambios puntuales que han coincidido en el tiempo. El uso del corcho no es una línea para desterrar lo anterior", aclara el hermano mayor, Félix Mezquita.


Publicado por:
ALBERTO FRAILE el 25.03.2016 en EL DIARIO DE SEVILLA

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