viernes, 28 de noviembre de 2014

Sobre las denominaciones de aquellos que llevan a las Sagradas Imágenes


Como bien sabemos a los que nos gustan los temas cofrades, las formas de llevar a las sagradas imágenes presentan características y denominaciones propias en cada lugar. Sobre el estudio de esta interesante y apasionante materia se encargó D. Javier Ortín en su famoso artículo "El portapasos cartegenero", en donde habla de estas cuestiones. Su autor, sacerdote franciscano, doctorado en Filología con la tesis "El habla del Noreste de Murcia", fue profesor en varios institutos de enseñanza pública de Cehegín, Cartagena y Alicante, y también en el Instituto Teológico de Murcia, donde además ocupó el puesto de bibliotecario. 


Cofradía del Silencio de Oviedo  (Fotografía: Miki López / La Nueva España)

Volviendo al artículo "El portapasos cartegenero", D. Javíer Ortín destaca la riqueza terminológica procesionista, en parte reconocida por la Real Academia de la Lengua, presentando denominaciones como "Carguero" en Hispanoamérica, que es la persona carga el trono. El popular e imitado término sevillano "Costalero", por el costal, algo relleno que se coloca en la cabeza y le cae por la espalda, otorgando la forma tan característica que tiene de llevar los pasos. También está el término "Andero", el "Santero" que se registra en Córdoba y el "Pionero", de peana, en Zaragoza. Regresando a Andalucía encontramos en Jaén y Granada al "Guiazquero" y "Horquillero", y en Orihuela (Alicante) la denominación "Cuadrillero".

lunes, 3 de noviembre de 2014

La Semana Santa en Oviedo



Carmen Ruiz-Tilve

La historia de Oviedo, desde su fundación, está unida a la vida religiosa, principal razón del establecimiento aquí de los fundadores, en un tiempo crispado en el que el maniqueísmo obligaba a constantes manifestaciones de fe, con el año 1000 como fecha fija de la catarsis espiritual.

La ciudad, cuyo plano medieval se distribuía en tres barrios diferenciados, el religioso, el real y el comercial, acabó, por causas de fuerza mayor, desequilibrando el caserío desde el momento en el que la monarquía asturiana, que tuvo en Oviedo su solar durante tiempo, decidió mudarse a León, por razones estratégicas, dejando en sordo los palacios ovetenses, con las estancias vacías cruzadas por el aire de la ausencia y los pendones coloridos por la heráldica palideciendo bajo el velo de la tristeza.